En épocas como esta, descubrimos que nuestros queridos bichitos también tienen hambre. Después de tanto lagrimón, es lógico ¿no? Bien, pues resulta que el otro día me acerqué a uno y le pregunté qué le apetecería comer. ¡Jamás habría imaginado que algo tan grande, verde y escamoso pudiera comerse todas esas cerezas! Pero lo mejorcito de todo era esa cara de felicidad y placer, con los ojitos brillantes y manchas rojas por todas partes.
Tendrían que haberlos visto. Son realmente simpáticos estos cocodrilos, debería poder llevármelos de paseo, seguro que a ellos no les importaría que el agua de la playa fueran cubitos de hielo derretidos.
-El próximo día, les llevaremos pastel de frambuesas ¿te parece, Anita?- y sus ánimos volvían a esconderse detrás de sus pupilas durante unos segundos.
2 comentarios:
Si esque los cocodrilos son imprevisibles :)
Son tan bonitos!
cocodrilos? uuui que miedito :$
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