Ayer bebiste mucho

-¡Aaaaaaaaanda, mira quién ha decidido salir!-¿estaba de mal humor?- Te he preparado café, lo he dejado en el salón. Con tus galletas.
-Uggg..¿Qué hora es?¿Qué haces tú aquí?-Bostezaba entumecida mientras se frotaba los ojos totalmente rojos e inchados, habían parecido grifos rotos unas horas atrás.
-Las tres. Son las tres, ¿me has oído? que tienes ahí el café. Siéntate.
-Me duele la cabeza, ¿me vas a decir qué cojones haces aquí?-no recordaba qué había pasado y se estaba poniendo nerviosa y el dolor de cabeza, no ayudaba.
-Ayer bebiste, bebiste mucho ¿quién coño te manda? a ver. ¡¿Qué te ha pasado en los brazos?!
-Nada ¡AY! No me toques, quiero que te vayas.
Mirna había empezado a quitarle la ropa y según lo iba consiguiendo sus ojos se abrían cada vez más. La sentó en el sofá, tendiéndole la taza de café y la dejó viendo la tele. Ana miraba como se movía nerviosamente por la casa buscando algo mientras salpicaba la mesa al mojar una galleta.
-¿Dónde has metido el teléfono?
Vaya.
-Ah, eso...
-Sí, eso. ¿Dónde está?
-No dejaba de sonar y lo tiré- señaló la ventana con un dedo acusador, como si toda la culpa fuera suya.
-Pf, joder, eres un fastidio-marcó los números en su móvil-¿Guille? Sí. ¿Puedes acercarte hasta casa de Ana? Ahora. Corre.
-No quiero que Guille entre...
-Me da igual-la cortó- no vas a poder esconderte siempre. Por cierto, he dejado tus llaves en la entrada, junto al papel del alta.
-¿He estado en el hospital?
-Ayer bebiste mucho.

1 comentario:

Sabela Senn Lozoya dijo...

Vaya, este texto me ha llegado. Es sumamente genial, mi pequeña estudiante :)